¡Al pueblo, idiota!
Cuando yo era pequeña mis veranos eran en el pueblo, esto tuvo un gran impacto en mi. Hoy te hablo de los beneficios de la repetición de veranear en el mismo sitio, en el pueblo.
Agosto… la mayoría estamos realmente a otra cosa: las vacaciones, refrescarse, salir a algún sitio, descansar y disfrutar. Espero pillarte en estas también.
Nosotros estamos, como cada año, en el pueblo en la Sierra de Gredos.
(Y este mes me ha costado llegar a escribir por aquí, ha sido todo muy intenso pero hoy vuelvo para hablarte del valor de veranear siempre en un mismo sitio: en el pueblo. )
Mi amiga Cristina, que es muy radical, siempre dice que le dan pena las niñas y niños de cuidad que no tienen pueblo ><. Está claro que todo depende mucho de lo que puedan tener o hacer en verano, pero comparto con ella la maravilla de los veranos (o la vida) en el pueblo: jugar en la calle, bicis, río o piscina con los amigos, noches de paseos estrelladas, fiestas patronales, tías, primas, abuelas, amigos que reencuentras un año tras otro… Y mucha libertad. De todo esto hablamos hoy.
El otro día me llevé al río a dos amigos de aquí del pueblo que, aún viniendo cada año, sus familias no son de salir a la naturaleza. Tuvimos aventura por las gargantas. Acabaron medio magullados, ortigados y con alguna heridilla. Estaban totalmente fuera de contexto. Mientras los nuestros fluían descalzos por las rocas, saltando, pasando…, ellos se caían a cada instante. Al final tuvimos que abortar excursión. A pesar de todo, fue divertídisimo y ellos mismos lo pasaron pipa: “Hemos subido al Everest!” decían. Estoy segura de que de alguna manera les ha marcado.
Yo me di cuenta de la importancia de haber ofrecido movimiento y conexión con la naturaleza a mis peques desde pequeños. Saben como moverse, conocen muchas plantas y bichos, saben seguir rutas y tienen bastante orientación. Todas estas cualidades puede que no sean tan importantes en nuestra sociedad, pero pueden llegar a ser vitales en ciertas situaciones y sobre todo les aportan seguridad en sí mismos.
Por otro lado está el valor del paisaje y de la naturaleza. Por aquí estamos disfrutando de gargantas de aguas cristalinas y fresquitas, dehesas de robles, fuentes incansables, laderas de escobas, arroyos frondosos de hierbas medicinales, cabras montesas, el milano real cruzando el cielo al medio día, los arrendajos ocupados escondiendo bellotas, el mirlo acuático dando saltitos en las rocas de las gargantas, la serpiente de escalera asoleándose en la mañana en medio del camino, el mochuelo mirándote descarado desde la rama cómo vuelves a casa del río al atardecer, la luciérnaga con su lucecita o el búho real con su canto profundo y bajo llenando las noches cerca del arroyo cuando vuelves del bar, noches de firmamento impresionante y de lluvias de estrellas…
En este post ya te hable de mi opinión sobre la necesidad creada de viajar y conocer muchos lugares, yo defiendo la repetición y la confianza que les da un pueblo. Con esto, cada familia luego verá y encontrará su manera de veranear, yo tengo claro lo que quiero y en este post te doy mis razones. Hablamos en profundidad de:
El valor de la repetición.
El vínculo con la gente, la tribu.
El vínculo con el paisaje.
La libertad.
Las próxima semana voy a pausar las membresías, porque son las fiestas patronales aquí y ya sé que no voy a llegar. No os llegarán emails pero tampoco os contará en tiempo pagado. El post de la semana pasada lo recuperaré en el otoño ;) De todas formas tenéis mucho para leer por aquí, en este post hay 13 posts interesantes por si te has perdido alguno.
Voy a dejar los comentarios abiertos para todas en este post, así que háblame de tu pueblo si es que tienes, o si te has buscado alguno si no tenías, hay mucha gente que lo hace y no paro de animarte a ello.
Por último, las Rebajas de Alma Secret se han alargado hasta el lunes: 20% en facial, y 15% el resto. Entra a este grupo de whatsapp, podrás hablarme directamente a mi por ahí.
El vínculo con el paisaje
Cuando pasas tus veranos en el mismo pueblo año tras año, se crea un vínculo profundo y significativo con el paisaje que va más allá de lo meramente visual, creamos vínculo con las gentes, los colores, el paisaje…. Cada sitio te llena de recuerdos de experiencias vividas allí.
Este vínculo tiene varias dimensiones:
1. Pertenencia
Con el tiempo, el paisaje deja de ser solo un escenario y se convierte en una parte integral de tu identidad. Cada rincón, cada sendero y cada vista se asocian con recuerdos específicos, creando una sensación de familiaridad y pertenencia. El paisaje ya no es solo un lugar; es tu lugar.
2. Ritualización del espacio
Los paisajes se vuelven parte de tus rituales veraniegos: el camino que recorres para llegar al río, la sombra del árbol donde siempre lees, el mirador desde el que contemplas las estrellas. Estos rituales refuerzan la conexión emocional y espiritual con el entorno, dándole un sentido.
3. Cambio y permanencia
A través de los años, ves cómo el paisaje cambia: los árboles crecen, las estaciones transforman los colores, algunas casas se renuevan mientras otras se caen. Aun así, hay una constancia que te reconforta. La repetición de estas experiencias te permite observar el paso del tiempo de una manera más tangible y te ayuda a construir un sentido de estabilidad en un mundo en constante cambio.
4. Conexión emocional
El vínculo con el paisaje del pueblo donde veraneas todos los años es también emocional. Los lugares que frecuentas están cargados de recuerdos: las charcas donde te bañabas de pequeña, el rincón donde diste tu primer beso, el camino donde aprendiste a andar en bicicleta, la plaza donde jugabas de niño. Estos lugares te conectan con versiones pasadas de ti mismo y con las personas con las que has compartido esos momentos.
5. Interacción con la naturaleza
La repetición de veraneos en el mismo lugar también puede profundizar tu conexión con la naturaleza. Aprendes a leer las señales del paisaje, como el viento que precede a la lluvia o los sonidos nocturnos del campo o los colirojos que revolotean en tu calle o el ruido del agua de la fuente…
6. Identidad colectiva - la tribu
Finalmente, veranear en el mismo lugar también te conecta con la comunidad del pueblo. El paisaje no es solo natural, sino también social. Los espacios son compartidos y las experiencias colectivas—como las fiestas del pueblo o los encuentros casuales en la plaza o por la calle—fortalecen el sentimiento de pertenencia no solo al lugar, sino a un grupo de personas que también lo consideran suyo.
El vínculo con el paisaje en un pueblo donde veraneas todos los años es una relación viva y dinámica, que se profundiza con el tiempo y que te enraíza tanto en el lugar como en la comunidad que lo habita.
El valor de la repetición
En el contexto familiar, la repetición tiene un papel crucial en la formación de la identidad, la cohesión familiar y la transmisión de valores. Aquí te explico cómo la repetición influye en la dinámica familiar y por qué es tan importante:
1. Transmisión de Valores y Tradiciones Familiares
Las familias suelen tener tradiciones, rituales y valores que se transmiten de generación en generación. La repetición de estas prácticas—como vacaciones, celebraciones, comidas familiares o rituales de fin de semana—ayuda a los niños a internalizar lo que es importante para la familia. Estas repeticiones no solo refuerzan los valores, sino que también crean un sentido de pertenencia y continuidad. Los veraneos son una manera de transmitir valores y tradiciones.
2. Creación de Vínculos y Conexiones
Las actividades repetitivas, como las vacaciones en un mismo lugar fortalecen los lazos entre los miembros de la familia, con el sitio y con las gentes del lugar, creando tribu.
3. Desarrollo de la Identidad Familiar
Cómo veraneamos es también una forma de identidad familiar. Dependiendo de donde vayas, cómo y demás transmitirás unos valores a tus criaturas. ¿Incluyes naturaleza, familia extensa, tradiciones, repetición, etc... en tus vacaciones?
Por eso para mi tiene mucho valor el repetir cada verano ciertos rituales que sin duda creo que dejarán huella. Yo lo tuve de pequeña y es algo que me ayudó mucho en la formación de mi identidad, mis valores y mi amor por la naturaleza, por eso quiero pasarlo también a mi hijo.
El vínculo con la gente
Mis recuerdos con la gente del pueblo son muy bellos: amistades de muchos años, primos y gente que te quiere y te hace sentir arraigada.
Ahora los hijos de tus amigos de pequeña, son amigos de tus hijos: juegan en la calle, en el río, van al bar a comprarse las chuches a escondidas, cogen las bicis y se van a explorar solos por los caminos. (Aunque a ratos te pidan también pantallas para jugar, no te pienses que es todo ideal claro, esto no nos lo quita nadie ><. )
Luego llegan las fiestas del pueblo con actividades para todos y mucha alegría. Ya sabes, lo que antaño fue la celebración del fin de la cosecha del trigo y el cereal, ahora son santos patrones y noches de jolgorio bailando en la plaza con orquestas que tocan versiones de todos los grandes éxitos. Ahora sabiendo lo que sé, hablo con los viejitos y las viejitas y busco en las tradiciones lo que pudo haber sido.
La libertad
Cuando los niños veranean (o viven) en un pueblo, experimentan una libertad difícil de encontrar en otros entornos. Lejos del ritmo acelerado de la vida urbana y de las restricciones cotidianas, el pueblo les ofrece un espacio amplio y seguro para explorar, jugar y descubrir el mundo a su propio ritmo. Pueden correr por campos abiertos, nadar en ríos, trepar árboles o andar en bicicleta por calles tranquilas sin la constante supervisión adulta. Esta libertad fomenta su creatividad, autonomía y sentido de la aventura, permitiéndoles desarrollar una conexión más profunda con la naturaleza y el entorno.
Además, en el pueblo, los niños suelen disfrutar de una libertad social que en otros lugares sería impensable. Al conocer a los mismos vecinos y amigos verano tras verano, se crea una comunidad de confianza donde pueden moverse libremente, establecer sus propios vínculos y participar en la vida comunitaria. Esta experiencia les aporta una sensación de independencia y seguridad, dándoles la oportunidad de aprender y crecer en un ambiente más relajado y cercano.
Como digo más arriba, por ahora voy a pausar la membresía, así que la semana que viene no habrá post. Estaremos en familia disfrutando de las fiestas del pueblo ;) ¡Hasta septiembre!
Ahora cuéntame, ¿tienes pueblo o donde veraneas?
Hola, me gusta el post, pero.. a que viene lo de idiota? Me saben más los insultos.. aunque sean en broma
Hola Llanos! Gracias por este post (se que comento bien tarde, pero mas vale tarde que nunca). En mi casa, como buena asturiana, mi pueblo esta en Leon. Este verano, mi hijo ha disfrutado mi pueblo (ahora tambien suyo) por primera vez, y la sensacion fue... no se ni como describirla. Brutal.
Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que has escrito. En el pueblo yo me asalvajaba, totalmente. Tengo tantisimos recuerdos: en el rio, en la piscina, haciendo pastas, leer en el jardin, las cenas en la calle, jugar hasta las tantas... Ahora vivo en la ciudad, pero esa parte salvaje de mi esta aun ahi, siempre luchando por salir. No puedo vivir sin verde.
Queria apuntar dos cosas sobre los pueblos:
1) La primera es un poco negativa, y es que siento que mi pueblo poco a poco se pierde... De aquellos que nos juntabamos, ya no va nadie. Muchos de las personas locales que conocia y queria ya han fallecido. Los bares a los que iba, siempre con la misma tapa y los mismos helados, han cerrado, y solo queda uno y es nuevo. Es el paso del tiempo. Los cambios. Hay cosas que han mejorado: un bar nuevo, una piscina nueva..., y cosas que se pierden y echo de menos. Ahora, que estoy yo buena para hablar, que vivo fuera y voy bien poco! Pero cuando voy, a mi pueblo lo "siento", y me vienen todos los recuerdos: todos buenos y salvajes.
2) La segunda es mas positiva, y es el aprendizaje. A mi, en mi pueblo, me encanta estar con los mayores casi mas que con la gente de mi edad. Aprendes mil cosas de ellos. Como bien has dicho ya: el amor por la naturaleza, ya que mi abuelo tenia un huerto. Yo lo veia trabajar sin parar. Parecia que no, pero estaba aprendiendo mil cosas sin darme cuenta, y ahora lo se... Con la gente de mi pueblo aprendi a entender la naturaleza que me rodeaba. En mi pueblo tambien me di cuenta de que habia crecido: aprendi a jugar a las cartas con los mayores, y de peque siempre me pasaban cualquier fallo. Me di cuenta de que habia crecido el dia que eche una carta equivocada y alguien me dijo: "carta en la mesa, pesa." Toma ya, dosis de realidad, ya no eres una niña. Brutal. Otra cosa que aprendi fue sobre la supervivencia. Mis abuelos ya no tenian animales, pero nuestra vecina si. No me dejaban acercarme a los conejitos, que me encantaban, para no encariñarme, porque es que eran para comer. Igual que las gallinas y los cerdos. En mi pueblo habia matanza, en la que todos participaban, y se hacia embutido para todos. Aquella gente que yo adoraba y ellos me adoraban a mi, podia matar aquellos conejitos tan monos. Y es que la supervivencia a veces hace que la gente entienda la naturaleza de distintas formas, y no se es ni mejor ni peor persona. Con esto no quiero decir que esté de acuerdo con matar animales ni mucho menos: no, no y no. Es solo que, no se, a mi ese dilema etico es algo que siempre me ha marcado mucho. Espero que podais entender lo que quiero decir.
Un saludo, y a disfrutar de los pueblos!